«Me llamarán dictador, no me importa”. Con esta frase arreciaba el presidente Maduro su discurso inflamable contra la prensa escrita de Venezuela. Yo quisiera tomarme la libertad de darle al presidente mi opinión personal:

Yo no creo que sea usted un dictador. Si usted fuera un dictador tendría a todas las empresas expropiadas produciendo por encima de lo que producían cuando las expropiaron. Sus gerentes estarían temblando por entregarle a usted resultados extraordinarios y se pelearían por ganarse su beneplácito. Nadie se atrevería a revender cabillas, cemento y demás productos regulados.

Tendría usted las cadenas de suministro de alimentos, puertos, almacenes, y supermercados del Estado operando a su máxima capacidad.

Si usted fuera dictador no habría secuestros ni se cobrará vacunas a comerciantes y ganaderos en nuestro territorio, no habría delincuencia, no estaría el hampa reinando impunemente en ciudades, carreteras y pueblos.

Los delincuentes le temieran a las fuerzas del orden público.
Si usted fuera dictador, nadie osaría botar basura en la calle, o a rayar las paredes, o siquiera a pasarse una luz roja. Pero todo eso ocurre en Venezuela, y más.

A mi juicio, usted simplemente ha demostrado carecer de las competencias pertinentes para ser Presidente de la República, y viéndose abrumado por la anarquía que le dejó su predecesor, solo puede jugar a ser poderoso con lo poco de institucional que queda en el país, mientras pasa el tiempo y no se resuelve nada. Usted tiene la actitud del niño de escuela que, sabiéndose reprobado en todo, opta por descargar su ira con los más pequeños, para intentar ganar a golpes el respeto que nadie le tiene, pero eso no es dictadura, es bullying.

Yo más bien considero que en este momento usted es el mayor preso político que ha tenido nuestra historia. Enjaulado en un proceso político que lo tiene rodeado de espinas en todas direcciones, excepto con La Habana, donde se encuentra el dictador de verdad.
Usted está obligado a manejar este caos tomando decisiones avaladas o impuestas por La Habana. Usted está tan acorralado que no puede ni siquiera devaluar al bolívar con libertad, con valentía, sino que tiene que ocultarlo, disfrazarlo, y hasta negarlo.

Usted se ve obligado a inventar guerras para poder excusar la falta de resultados. Usted no persigue a la prensa para amedrentar a la disidencia, sino para callar las estadísticas de delincuencia, escasez, corrupción, inflación, y el creciente descontento en la población.

Lea “La fiesta del Chivo” de Vargas Llosa, para que se dé cuenta de que usted tiene mucho de Balaguer y nada de Trujillo. Investigue un poco y dígame quién se imaginaría a los presos mandando en las cárceles en el Chile de Pinochet, o bandas de “orejones” intimidando poblados en la España de Franco. Imagine usted grupos de motorizados atracando en las autopistas en la época de Pérez Jiménez. Es sencillamente impensable.

En resumen, anarquía e ineptitud no es dictadura, sino solo eso, anarquía e ineptitud. Soberbia, amenazas y evasión de responsabilidad no hace dictadores.

Despójese de las ataduras políticas, asuma su responsabilidad, reconozca que la mucho más de la mitad del país y cuidado sino ya todo, no quiere socialismo, exíjale resultados a sus ministros y gerentes o sustitúyalos, ponga en cintura a los delincuentes, llene los anaqueles de producción nacional, encarcele a sus corruptos y controle la inflación, sólo entonces tendrá el honor de afirmar dignamente que le tiene sin cuidado como le llamen.

Mientras tanto, cualquier título le quedará grande, incluso el de dictador.

Publicado por Venezuela Despertó en Facebook

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