Conmovedor testimonio que plasma el drama que viven los prisioneros políticos venezolanos acusados, procesados y sentenciados injusta e ilegalmente por delitos que no cometieron y como se refleja el daño moral más allá del propio reo, sino también en su familia.

Ayer fue un día de esos de sobrecarga emocional. Los que me conocen, saben dónde estuve buena parte del día, siendo jueves. Como mi FB no está abierto a extraños, les cuento a los que no lo saben.
Los jueves es uno de los únicos dos días de visita que tienen los presos políticos (o no) en El Helicoide, siempre y cuando no estornude alguien en algún sitio porque entonces ni siquiera tienen esos días.

Este jueves, por ejemplo, se reanudaban las visitas después de 10 días suspendidas (La penúltima vez estuvieron sin visita como mes y medio. La ante-penúltima otro tanto). Debo acotar aquí que hay otros presos políticos que reciben visita miércoles y sábados, y con los cuales, por razones obvias, no coincido.
Quiero dejar constancia de por qué afirmo cada vez que puedo que jamás olvidare o perdonare a estos ‘medusos rojizos’, a pesar de las admoniciones de muchos que me tachan de poco cristiana.
Como escribí arriba, ayer fue un día de sobrecarga:
1) Conocí a Roberto Marrero, el Jefe del Despacho de la Presidencia de Juan Guaidó y quien lleva ya más de cuatro meses allí detenido. Ya muchos habrán leído o escuchado las declaraciones del exdirector del Sebin y de Guaidó, y sabrán que a Marrero le siembran los fusiles y se lo llevan secuestrado porque no pudieron llevarse a la mama de Guaidó, al enterarse de que tiene cáncer. Marrero ha perdido muchísimo peso, pero no han mellado su fortaleza ni su sentido del humor, por lo visto. Nos contaba como este fin de semana será trasladado abajo para poder recibir la visita de su madre en silla de ruedas -como pueden imaginar por las imágenes del Helicoide, desde la puerta-puesto de control que sale siempre fotografiada, hay que caminar dos cuestas hasta llegar al primer aro del edificio, que es donde están los presos. Obviamente, es bien cuesta arriba -nunca mejor dicho- subir a alguien en silla de ruedas hasta allí. Aparte de que, dentro del aro, hay como pequeños policías acostados en todo el piso.
2) Conocí también al abogado de Ivan Simonovis, Enrique Perdomo, quien está detenido junto con la presidenta de la Asociación de Vecinos del excomisario, desde hace un mes, simplemente porque pueden y porque no pudieron capturar a Simonovis. Los acusan de «obstrucción a la justicia». El papel y el caradurismo lo aguanta todo.
3) Supe del tuitero (@AereoMeteo) Pedro Jaimes, detenido el 10 de mayo de 2018, torturado y acusado de espionaje por tuitear un viaje del avión presidencial, información que es publica en varias páginas webs sobre tráfico aéreo.
Y la guinda y lo que me lleva en realidad a escribir esto…
4) Ayer, en la UCV el hijo mayor del excomisario de la PTJ, Rolando Guevara, recibía su medalla de graduando como Licenciado en Estudios Internacionales. Hoy recibirá su título de grado. Su padre solo podrá verlo el domingo -de nuevo, si nadie estornuda antes en algún sitio- Ustedes pensaran para sus adentros, «pero que buena noticia», y lo es. Pero ahora imaginen lo que es para un padre ser secuestrado, torturado, sentenciado a 28 años de cárcel, siendo inocente, con dos niños pequeños. El ahora Licenciado de la República tenía 7 añitos y cursaba 2do grado cuando este régimen desgracio la vida de su familia, como ha hecho con tantas otras. Siete añitos; su hermano, pocos menos. Su padre y su tío se han perdido su salida de primaria, su primera comunión, su grado de bachiller, su primera salida solo, su primer día en la universidad, su primera salida con novia, su acto de grado hoy. Todo eso y mucho más lo han tenido que vivir resumido de 11 am a 3 pm dos días a la semana durante 14 años, siete meses y 18 días. ¿La única buena noticia? ¿Y la mejor ‘venganza’? Que, a pesar del ensañamiento y crueldad del régimen, ha sido y es una familia ejemplar, que se ha mantenido como una piña. Ni sus hijos ni su mujer, Jacqueline Guevara han dejado de asistir a la visita, salvo por fuerza mayor -como ayer 😉 – De la misma forma que jamás faltaron sus padres, Otoniel y Josefina, hasta que partieron a mejor vida, y su hermana. Sus hijos y sus sobrinos han crecido y los hemos visto crecer allí hasta hacerse hombres y mujer de bien. Siempre recuerdo el niño seriecito que era el mayor y al pequeño, jugando carritos, tirado en el suelo de la sala de visita, con el nieto del Gral. Felipe Rodríguez (El Cuervo). Hoy uno recibe su título de licenciado y el de los carritos termina su primer semestre en la Central.
Esa es la vida de un preso político. Hoy sentí una enorme necesidad de escribirlo. Todos leen sobre la detención de alguno de los más de catorce mil presos que lleva el régimen en 20 años; sobre las torturas; sobre las irregularidades en sus juicios; sobre sus sentencias injustas e inmorales, pero pocos saben o se pasean por lo que todo ello afecta a nivel humano, afectivo, familiar. Como los familiares y pocos amigos que se atreven quedan tan sentenciados como ellos; como deben afrontar las grandes alegrías y los enormes dolores ante las perdidas, solos; unos, detrás de las rejas; otros en una casa, una cama y una mesa a la que falta ese ser querido, y esperar a esas cuatro horas de visita siguientes para ese abrazo de regocijo o de consuelo, y así, una y otra vez.
¿Ahora díganme como olvidar y perdonar tanta iniquidad? No puedo ni quiero. Sé que no lo haré jamás mientras viva. Que los perdone Dios en su infinita misericordia.

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