Al místico que habita en su interior se le cruzó una imagen que lo perturbó: la de los antiguos dictadores del siglo XX encarcelados y frente a un tribunal. Nicolás Maduro proyectó la propia. Las fotografías de jerarcas militares latinoamericanos sentados en el banquillo de los acusados se le hizo vívida. Desde Augusto Pinochet hasta Jorge Rafael Videla. Fue luego de que supiera que la Corte Penal Internacional (CPI) podría iniciar en las próximas horas el análisis del durísimo «informe Bachelet«. Sin tiempo y desesperado, evalúa una salida que podría ser póstuma: intentar bendecir a su sucesor.
El elegido es abogado, tiene 37 años e inspira su confianza. Héctor Rodríguez es el gobernador del estado de Miranda desde octubre de 2017 y a quien Maduro habría elevado a su altar para que herede su poder. También para contrastar con Juan Guaidó, el direginete opositor cuya estrella colectó el respaldo de decenas de naciones desde que se proclamó presidente encargado de Venezuela.
Es tal la fe que tiene depositada en él Maduro -y el núcleo de decisión venezolano- que Rodríguez fue uno de los enviados para las negociciones en Oslo. No se apartó del libreto: se opuso con firmeza a que el usurpador de Miraflores renuncie y que se convocaran elecciones libres, tal como exigía la oposición y la comunidad internacional.
El gobernador goza de cierta imagen, de acuerdo con un artículo por el periodista Alez Vaasquez para Bloomberg que hace referencia además de su posible futuro. Pero además no está manchado como las figuras más reconocidas del régimen como el propio dictador o Diosdado Cabello, Vladimir Padrino López o Tareck El Aissami. Rodríguez «es ideal«, murmuran en Caracas. Pero no muy por debajo de la superficie, es idéntico a su mentor, aunque menos histriónico. En la capital noruega fue quien comandó el falso diálogo y ganó tiempo para su jefe.
A diferencia de los jefes de la dictadura, el novel militante de Miranda aún no fue alcanzado por las sanciones de los Estados Unidos. Sobre todos los demás popes del régimen pesan serias acusaciones: vínculos con el narcotráfico, torturas y crímenes de lesa humanidad, corrupción, blanqueo de capitales, relaciones con el terrorismo internacional. La lista es interminable.
Otra de las cualidades que sobresalen en él es su capacidad para afrontar procesos electorales. Fue quien logró conquistar la tierra de uno de los más renombrados opositores al régimen, Henrique Capriles. Lo hizo a fuerza de mostrarse como un «moderado» dentro del chavismo, un oxímoron que le permitió ganar votos en todos los sectores.
Incluso, una vez elevado como gobernador, siempre se manejó con habilidad política: se centró en la gestión local, reconoció errores, prometió combatir la delincuencia en un estado con altísimos índices de violencia e intentó mostrarse como un «dialoguista«, un rara avis en su espacio político. Así, su popularidad crecía mientras la del resto de sus camaradas colapsaba.
Hoy replicó el comunicado oficial en el cual se dan a conocer los puntos de un nuevo acercamiento entre las partes en conflicto en el país propiciado por Noruega y que comenzaron este lunes en Barbados. «¡Basta de conflictos! ¡En momentos de dificultad las familias se unen, dialogan y juntos superan los problemas! ¡Debemos ponernos de acuerdo y trabajar por el futuro!«, dijo el chavista.
Mientras tanto, en la última semana en el Palacio de Miraflores sólo se oyeron alarmas inquietantes. La peor arrbó desde las Naciones Unidas: Michelle Bachelet dio a conocer suinforme. Fue devastador. Denunció violaciones a los derechos, torturas y ejecuciones extrajudiciales por parte de la dictadura . El papel podría abrir las puertas a infinidad de resoluciones más severas. La ex presidente chilena – a quien el régimen habia intentado burlar en su última visita– fue contundente en su presentación pese a las sospechas -infundadas- que pesaban en su contra.
Incluso organizaciones internacionales -como Human Rights Watch- lanzaron un pedido para que la Corte Penal Internacional sea notificada y evalúe la posibilidad de juzgar al venezolano por sus crímenes contra la Humanidad. ¿Podría el presidente que habla con aves enfrentar un tribunal global como tantos otros déspotas del siglo pasado? ¿Está preparando su sucesión antes de que sea demasiado tarde? Es su principal fantasía por estos días.
Maduro reconoce que el tiempo ya no está a su favor y que apenas un puñado de países en el mundo lo sostienen. También sabe que eso no será por mucho tiempo. Rodríguez podría ser su más apropiada carta de salida.