El diálogo en Oslo “oxigenará” a Nicolas Maduro. El diálogo le permitirá “ganar tiempo”, burlarse de los opositores, dividir a los opositores. El diálogo en Oslo será una maniobra para llamar a elecciones con Tibisay de modo que Nicolás gane otra vez y siga en el poder: así sucesivamente va engordando la larga lista de argumentos de quienes buscan impedir que los Buenos y los Malos se encuentren cara a cara en Noruega para ver cómo desenredan la estopa en que han convertido al país.

Pero los pulcros que exhiben esa lista y se oponen a cualquier negociación (palabra que parece prohibida en su léxico impoluto), no gastan inteligencia en explicar cuál es la alternativa al encuentro en Oslo. Por ejemplo, me gustaría que nos ampliaran la conclusión A1, esa de que el encuentro en Oslo solo le permitirá al Gobierno “ganar tiempo”, como si su varita mágica supiese con absoluta certeza de que a Maduro le quedan muy poquitos días en Miraflores – ¿semanas, meses?-, pero el dichoso diálogo en Noruega impedirá que los multimillonarios ocupantes de Fuerte Tiuna continúen con sus planes de abandonar mansamente el poder y, gracias a Oslo, se quedarán torturando presos, dejando morir niños en los hospitales y demoliendo al país de a pedacitos y con todos adentro.

¿Cuánto tiempo va a “ganar Maduro” en Noruega? ¿Va Jorge Rodríguez a someter a Vicente Díaz a una rueda de negociaciones infinitas sobre las condiciones imposibles para ir a elecciones limpias, siempre que Maduro las vuelva a ganar? ¿Van a convencer a Juan Guaidó -que sigue las conversaciones casi en directo-, de que solicite a EE. UU. que levante las sanciones a Pdvsa a cambio de qué? ¿Se van a burlar otra vez en otro encuentro con los mismos argumentos de todos los anteriores?

Quizás, tan optimista siempre, prefiero suponer que esta vez el Gobierno no necesita ganar tiempo porque ya demostró que tiene a los militares a su favor y ese pequeño detalle es lo que les ha permitido permanecer todo el tiempo del mundo en Miraflores sin necesidad de dialogar con nadie. Solo que esta vez, como dijo el poeta, “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”, ni los del Gobierno ni los opositores. Porque antes el Gobierno no tenía a medio planeta en contra, ni el temor a un golpe o a las sanciones asfixiándolos. Y los opositores esta vez cuentan con un líder que – a pesar de los egos de algunos-, ha logrado solidificar una estrategia opositora, unir voluntades y echar a andar las ganas de un país agonizante que se niega a morir.

Si este nuevo intento fracasa, si de Oslo no sale ni el menor atisbo de solución a mediano plazo y los negociadores regresan cabizbajos, esperemos entonces que los magos de siempre, los que aluden a soluciones imposibles frente a un micrófono, decidan finalmente explicar, claro y raspao, cómo salir de una dictadura militar sin más armas que discursos vociferantes. A ver cuál ejemplo similar consiguen que ilustre nuestra ignorancia.

Elizabeth Fuentes

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