Miles de venezolanos, cansados, deshidratados, mal alimentados y muchos con los pies doloridos, aceleraron el paso a través de Colombia y Ecuador para ingresar a Perú antes de que entren en vigor normas migratorias más restrictivas este sábado.

En un Centro Binacional de Atención Fronteriza (CEBAF) en Tumbes, situado en medio de campos de banano en el límite entre Ecuador y Perú, una avalancha de venezolanos llegó en las horas previas a que comience a regir la obligación de que presenten pasaporte para entrar a territorio peruano en busca de una vida mejor. La gran mayoría son jóvenes, algunos con sus hijos.

Muchos llevaban casi 20 días caminando, viajando en precarios buses rurales o pidiendo la “cola” (como llaman los venezolanos a ‘hacer dedo’ o solicitar un ‘aventón’), tras dejar su otrora próspero país petrolero sumido ahora en una aguda crisis.

“Vine para acá ‘mochilando’ por Colombia y Ecuador como todos los venezolanos”, contó a la AFP Edgar Torres, profesor de educación física de 22 años de Caracas, quien estaba feliz de haber llegado antes del endurecimiento migratorio.

Al igual que casi todos sus compañeros de travesía, no tenía pasaporte ni un centavo en el bolsillo.

En el CEBAF esperó 12 horas en una fila bajo el calor tropical para obtener su tarjeta de ingreso a Perú. Comió su primer plato caliente en 10 días cuando voluntarias de una iglesia de la ciudad de Tumbes llegaron en camioneta a repartir sopa de arroz y papas.

Pese a la odisea, Torres estaba contento, pues tenía un contacto para ir a trabajar de pescador a Acapulco, una caleta cercana a Tumbes, donde espera ganar algo de dinero para seguir a Lima. Más adelante, quiere traer a su mujer y su pequeña hija.

El CEBAF, centro binacional construido en la década de 1990 para dejar atrás los conflictos limítrofes entre Ecuador y Perú, fue diseñado para atender a unos 200 viajeros al día, pero con el éxodo de venezolanos esa cifra se multiplicó por 10, o más.


– El lujo de conseguir pasaporte – 

En las últimas semanas han ingresado unos 2.500 venezolanos cada día, según cifras oficiales, pero la cantidad se disparó en la víspera de que Perú les exija pasaporte, siguiendo el ejemplo de Ecuador.

“Justamente me vine al tiempo tope, como quien dice, en la raya llegué justamente para poder entrar”, dijo aliviada a la AFP Angelí Vergara, secretaria de 22 años.

“Tengo dos años esperando el pasaporte y no me lo han entregado. Me dicen que haga reclamos (…), que en 15 días me lo van a solucionar y llevo dos años esperando”, relató.

Lorena Linares vivía hacía nueve meses en Lima, pero fue a Venezuela a renovar su pasaporte. No lo consiguió.

“Esperé, esperé y esperé un mes y medio y no me había llegado el pasaporte. Me vine porque escuché rumores de que no iban a dejar entrar a partir del día 25”, contó Linares, quien se ganaba la vida en Lima como vendedora ambulante.

Mientras hacían fila en la frontera, los migrantes aprovechaban para descansar, asearse, dormir y tratar de comer algo. En el CEBAF hay un restaurante que vende platos de pollo con arroz a 3,5 dólares, pero pocos venezolanos pueden darse ese lujo.

Las largas caminatas, cargando mochilas o arrastrando maletas y bultos con ropa y alimentos, lesionaron o inflamaron los pies o tobillos de muchos migrantes, como los de Yoilán Landaeta Rodríguez, de 31 años.

“Necesitamos realmente la ayuda del país de Perú y esperemos que nos reciban con la mano abierta”, dijo este microempresario del estado de Portuguesa.


– “Hay gente que lleva meses viajando” –

La Federación Internacional de la Cruz Roja y la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) mantienen personal desde abril en esta frontera para ayudar a los venezolanos.

“Las personas llegan con muy pocos recursos y después de haber hecho viajes, el más corto de cinco o seis días. Hay gente que lleva meses viajando”, dijo a la AFP la oficial de información de ACNUR, Regina de la Portilla.El

En el CEBAF hay ahora centro de salud y de vacunas. Y también baño, el primero que pueden usar algunos venezolanos en semanas, además de dispensadores gratuitos de agua mineral.

El edificio principal está reservado a los venezolanos. En otro edificio más pequeño, casi vacío, hacen los trámites peruanos, ecuatorianos y viajeros de otros países.

Pero llegar a la frontera peruana no implica el fin de la odisea, pues seguir a Tumbes, 25 kilómetros al sur, cuesta 10 dólares en taxi, único medio autorizado. Es un servicio creado para turistas, no para refugiados.

De Tumbes hacia Lima, trayecto de 1.200 km que demora 20 horas en autobús, cuesta 35 dólares…

VÍA LA PATILLA.

 

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