El Servicio Bolivariano de Inteligencia de Venezuela ha detenido a 19 personas por la fuga del excalde y destacada figura opositora, publica El País de España.
MAOLIS CASTRO
La cacería se ha mudado al vecindario de Antonio Ledezma, en el este de Caracas. La insólita fuga el viernes del exalcalde y destacado opositor ha desencadenado una serie de arrestos y persecuciones en Venezuela.
En los últimos días, agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) detuvieron a Ignacio Benítez, el presidente de la junta de condominio; al vigilante Jairo Atencia; al conserje Fran Borges y hasta al encargado de la empresa proveedora de las cámaras de seguridad, Nelson Texeira, de las Residencias Villa Magna, donde el político cumplía arresto domiciliario.
Todos ellos fueron encarcelados en El Helicoide, la sede de la policía política, y hasta el momento se desconocen los motivos de su detención, explicó Alonso Medina, abogado de Benítez.
Es la onda expansiva del terror. Otras 15 personas, entre agentes policiales y extrabajadores de la Alcaldía Metropolitana de Caracas, también han sido capturados en las últimas horas por su posible colaboración en la evasión.
“Esta razia se veía venir. Es el talante de las dictaduras. Se han llevado a gente inocente en condición de ‘testigos’ para después mantenerlos detenidos e incomunicados. Nosotros, ahora, somos perseguidos por patrullas policiales”, comentó a EL PAÍS Richard Blanco, diputado de la Asamblea Nacional y dirigente del partido Alianza Bravo Pueblo (ABP).
El presidente Nicolás Maduro había advertido de la inclemencia que tendría la policía política contra sus adversarios. “La vida es un componente de muchas cosas, pero para que sea vida hace falta amor y humor. De eso sabe bastante el director del Sebin. No tanto de amor, pero sí de humor, le gusta jugarle algunos chistes a la oposición. Hoy se nos escapó Antonio Ledezma… ¡Quedó pendiente lo que tú sabes!”, aseguró el mandatario venezolano, mientras reía, el pasado viernes.
Los procedimientos del Sebin
A miles de kilómetros de ahí, la persecución emprendida por la policía fue denunciada por el propio Ledezma. “Quiero decir que hay allanamientos en Caracas en contra de diputados y miembros del equipo de la alcaldía. Una cacería de brujas”, declaró en Madrid, donde recaló tras su fuga. Desde su nuevo exilio Ledezma ha insistido en su rechazo al diálogo entre la oposición y el Gobierno de Maduro.
Por su parte, Blanco, argumentó. “¿Cómo se puede creer en un acuerdo cuando el gobierno de Venezuela violenta los derechos de los ciudadanos?”, se preguntó.
Los abogados que asisten a los detenidos tras la humillante fuga del opositor coinciden en que los agentes del Sebin no han presentado órdenes judiciales durante las capturas y los allanamientos.
A Carlos Luna, que sufre de insuficiencia renal, se lo llevaron la noche del domingo de su casa en Coche, un barrio de familias humildes de Caracas, a la fuerza. Dos años antes había dejado de trabajar en el despacho de Ledezma. El defensor de los cuatro extrabajadores de la alcaldía arrestados, Joel García, ha calificado como irregulares estos procedimientos.
Las persecuciones continúan en Venezuela.
A la lista de detenciones se añade Simón Zorrilla, un empleado de seguridad en la alcaldía, detenido el martes por la noche, en su vivienda en la capital. Fue el último nombre de una oleada de detenciones que abarca a todos los sospechosos de colaborar en la fuga.
Antonio Ledezma (San Juan de los Morros, Venezuela, 1955), fundador de ABP, fue arrestado en febrero de 2015. Maduro había acusado al cabecilla opositor de fraguar un Golpe de Estado, pero nunca fue sentenciado en los tribunales.
Tras mil días privado de libertad –algunos en las celdas de Ramo Verde y otros en su casa– decidió emprender una aventurada huida. La noche del pasado jueves, luego de la habitual revisión policial, salió de su edificio localizado en la urbanización caraqueña Santa Rosa de Lima.
Desde ese punto atravesó 29 puntos de control, en uno de ellos fue reconocido por una mujer que gritó su nombre. Ledezma admitió después: “Militares me ayudaron a salir”.
Su travesía de 15 horas por desgastadas carreteras de Venezuela concluyó en Cúcuta, una ciudad al noreste de Colombia. “Ya usted es libre”, le dijo un funcionario de migración al identificarlo del otro lado de la raya fronteriza.
Pero en las Residencias Villa Magna, el punto de partida de la fuga, se ha enseñoreado el pavor. La vivienda del político fugado es registrada a diario por agentes de la policía en búsqueda de rastros de conspiración, mientras el silencio de los vecinos es rotundo. “Tenemos órdenes de no decir ni una sola palabra”, dice un vigilante del edificio.