Por Antonio Ledezma
Entre medias verdades y grandes mentiras se producen debates en los que cada quien asume la defensa de sus puntos de vista respecto a las causas y consecuencias de la crisis actual de Venezuela y, muy especialmente, sobre las soluciones dignas a aplicar para conjurarla. Eso es natural entre las personas de talante democrático, diría también que es un ejercicio saludable en medio de una dirigencia plural como la que desde hace más de dos décadas ha tenido el encargo de sacudirse a las mafias que han capitaneado tanto Chávez como Maduro.
En el transcurso de esos 22 años se ha hecho de todo para detener la tromba populista en su deriva a una tiranía arbitraria. Algunas veces, seguramente que por olvido, obviamos en los análisis cada uno de los métodos o caminos transitados por la ciudadanía venezolana con la esperanza de llegar a la meta que no es otra que despachar, de una vez por todas, ese engendro maligno que nos ha hundido en una tragedia inimaginable, ni comparable con los desmanes perpetrados en los tiempos de Juan Vicente Gómez y menos con la era perezjimenista.
Recordemos que siempre ha privado en el ánimo de los venezolanos el espíritu cívico, magnánimo, unitario, tratando de procurar la confraternidad y garantizando la paz amenazada en esos intentos frustrados de golpes de estado del año 1992. ¿Nos olvidamos de esos capítulos? A muchos de los responsables de esas asonadas militaristas se les perdonó. Se les reincorporó a sus posiciones en los cuarteles, se les designó para ocupar cargos diplomáticos o para presidir relevantes entes públicos dentro del país. Se les permitió competir por la Presidencia de la República, para ser parlamentarios y cuando alcanzaron mayoría de votos se les entregó el poder completico.
En esa ruta la ciudadanía asumió el voto como instrumento de lucha. Lo hizo en el año 1999, cuando en medio de insólitas desventajas compitió por alcanzar curules en las elecciones para instalar una Asamblea Nacional Constituyente. ¿Qué pasó? Que Chávez tramó un gran fraude con su “Kino electoralista” que le garantizó más de 95% de la representación de constituyentes. Después impuso su carta magna el 15 de diciembre de ese mismo año. La ciudadanía apeló, otra vez, al voto en las presidenciales del año 2000, confiando sus sueños en la candidatura de Francisco Arias Cárdenas. La ciudadanía sigue luchando, ahora en las calles, pacíficamente, marchando, haciendo vigilias, oponiéndose a la idea de Chávez de secuestrar el sistema educativo del país. No podemos olvidar ese grito de lucha “con mis hijos no te metas”, tampoco las protestas de la sociedad venezolana contra el despropósito de la Ley de Tierras, causa verdadera -no son las sanciones- de la hambruna que hoy padecemos.
La ciudadanía acompañó la brega de los trabajadores de Pdvsa, asumió el paro petrolero, creyó en el diálogo que propusieron el Centro Carter y la OEA en tiempos de César Gaviria. Otra vez volvió al voto en el Referéndum Revocatorio que se consumó “cuando a Chávez le vino en gana” y para eso se ocupó de las triquiñuelas su comisario político Jorge Rodríguez ¡Sí, ese mismo! El que ahora le sirve de “mozo de espada” a Nicolás Maduro. La ciudadanía se salió de la vía del voto en las parlamentarias de diciembre de 2005, porque estaba persuadida de las trampas que se fraguaban en los predios del CNE.
La ciudadanía protestó, pero eso duró apenas 4 semanas, porque en enero de 2006 se volvieron a meter en la vía del voto con Manuel Rosales como abanderado presidencial. Siguió esa misma senda en 2007, esta vez para tratar de parar a Chávez con su nueva Constitución, ese proyecto personalista que una “minoría pírrica” -términos de Chávez- trató de frenar el 2 de diciembre de 2007, una vez que se contaron los votos en el referéndum constitucional. ¿Se acuerdan de “la victoria de mierda”?
No es justo que se le haga coro a los que desde las trincheras al servicio del régimen, se empeñan en presentar a la oposición venezolana como un “movimiento radical e intransigente” que se niega a soluciones electorales, diálogos o negociaciones. ¡Falso, de toda falsedad! Hemos dialogado en 13 ocasiones, el más reciente fue el intento de Oslo-Barbados; se han procurado negociaciones, la última fue la fallida acción del 30 de abril y se ha tomado la azarosa vía del voto en muchas coyunturas. Hagamos memoria y saldrán a flote los procesos electorales regionales del año 2008 en los que la oposición ganó gobernaciones y alcaldías e inmediatamente se les nombró un “protector” o un activista del régimen que en paralelo administra los recursos o controla las potestades, competencias y bienes de esas gobernaciones y alcaldías desmembradas.
La vía del voto fue esa que tomamos en las parlamentarias de septiembre de 2010, en las que sacamos más votos que el chavismo y sin embargo nos asignaron menos diputados. Continuamos trajinando ese camino, hicimos consultas, primarias, seleccionamos nuestro candidato presidencial y fuimos a otra elección presidencial, con la fecha impuesta acorde al interés del régimen que sabía que su “líder galáctico y eterno” estaba en sus días postreros, por eso la elección fue en octubre de 2012. Surgieron las elecciones sobrevenidas de abril de 2013, en medio de grandes irregularidades, competimos y ganamos, eso fue evidente, pero no permitieron las auditorías. Suspendimos las protestas, seguimos insistiendo por la vía del voto, otra vez elecciones regionales, Maduro inventó el Dakazo. La ciudadanía se rebeló con La Salida el 2014, Maduro inventó el diálogo de Miraflores el 10 de abril.
Aguantamos, resistimos, retomamos la vía del voto en diciembre de 2015, ganamos las dos terceras partes del parlamento. Maduro inventó el desacato y aún ese parlamento está en desacato, con sus parlamentarios perseguidos y amenazados. Se trató de montar un Referéndum Revocatorio en mayo de 2016, Maduro lo reventó. Se activaron diálogos, Maduro los aprovechó, malamente, para ganar tiempo. La ciudadanía apeló, otra vez, al voto, organizó un plebiscito, Maduro inventó su Constituyente con votos trampeados. Luego máquina sus regionales y la oposición cayó en la celada del voto como vía para salir de Maduro, y Maduro sigue ahí, usurpando los poderes. Maduro tiene esas carnadas en la punta de su arpón, sabe que son tentadoras para algunos opositores que flaquean ante semejante “manjar”, tal como les lanzó el anzuelo en mayo de 2018 y más recientemente el pasado 6 de diciembre de 2020.
No es justo decir que la oposición está esperando milagros. ¡Mentira! La ciudadanía lo ha dado todo y en todos los terrenos. Ha luchado a brazo partido. Ha entregado sus vidas. Ha tenido confianza en sus dirigentes, pero ahora siente que ha sido burlada, engañada, y lo que es peor, traicionada. La ciudadanía no ha enajenado nunca su esencia democrática, pero si está consciente que se ha enfrentado a una barbarie roja que no cree en los principios democráticos, que no respeta la voluntad soberana del pueblo, que sólo utiliza las virtudes de la democracia para escalar a la cima del poder de donde se resiste a bajar, salvo que no sea por la fuerza de una ciudadanía que requiere del respaldo de la comunidad internacional obligada a proteger sus vidas y para eso está vigente en la ONU el concepto de Responsabilidad de Proteger (R2P)
@alcaldeledezma