Algún día la nación cubana formará un nuevo gobierno para el estado cubano. Sin embargo, el éxito de una república libre depende de las virtudes cívicas de su nación. Mi ilusión para Cuba sigue siendo la de un Estado-nación de tolerancia, amabilidad, respeto, humildad, gratitud, honor, industria, coraje, fidelidad y más. Pero algunos días me parece un espejismo.
Por José Azel
Esta es una columna que escribo con dolor. Su título parafrasea el del libro de Sigmund Freud «El porvenir de una ilusión», en el que describe la religión como un sueño basado en las condiciones de la realidad externa e interna. Su categorización de la religión como ilusión se basa en la idea de que la religión proviene de las aspiraciones humanas.
Igualmente, mis deseos sobre el futuro de Cuba se basan en los principios de una nación libre, próspera y soberana con un sistema político asentado en los valores y ética del liberalismo clásico. Hoy, dadas las realidades externas e internas de la nación cubana, ya no confío en esa ilusión de futuro para la nación cubana.
Específico «nación» en lugar de «estado», porque en Ciencias Políticas “nación” se refiere a un grupo de personas unidas por la cultura, valores, costumbres, religión e idioma. Una nación es una entidad cultural identificada por su carácter único. En contraste, un estado se refiere a un territorio con un gobierno soberano. Un estado es una entidad judicial identificada por sus derechos independientes. Cuando una nación coincide dentro de un estado, usamos el término compuesto Estado-nación para mayor claridad. Cuba es un Estado-nación.
Desafortunadamente, y contrario al concepto de algunos, Cuba no es un Estado fallido. El Estado totalitario cubano continúa como entidad viable. Los indicadores de un Estado endeble son: gobierno central débil con poco control práctico sobre gran parte del territorio, dejación de servicios, surgimiento de facciones dentro de la élite, intervención de agentes políticos y estados externos y desidia por la ley, entre otras.
Desde 2005, el centro de estudios “Fondo para la paz” publica un Índice anual de Estados frágiles utilizando factores sociales, económicos y políticos para determinar el índice de fragilidad para cada estado. En su lista de 2019, los cinco estados más endebles son Yemen, Somalia, Sudán del Sur, Siria y la República Democrática del Congo. Cuba ocupa un lugar muy bajo en la lista de fragilidad: el número 118 entre 178 Estados considerados. Como referencia, Estados Unidos obtuvo el número 153.
Cuba puede que no sea un estado fallido; pero es una nación fallida. (No recuerdo dónde encontré por primera vez esta distinción, por lo que no puedo acreditar la autoría.)
Hace algún tiempo, en mi columna “Cuba invertebrada”, hice referencia a la descripción del filósofo español José Ortega y Gasset de cómo la España de su tiempo había dejado de ser «una realidad activa y dinámica» y se había convertido en una sociedad sin ambiciones ni ilusiones. Definió “nación” como «un proyecto sugerente de vida en común», y argumentó que España se «invertebró» a sí misma por la pobreza intelectual de su clase política y de los individuos que dejaron de ser libres. Las personas perdieron su individualidad y se disolvieron en una amalgama. Esa mezcla piensa y actúa por las personas. Es en este sentido que Cuba se ha convertido en una nación fallida.
Esto no siempre fue así. El ansia de libertad de sucesivas generaciones de cubanos se ha evidenciado en: el heroísmo de los mambises en las guerras de independencia, los héroes de la resistencia urbana en los años sesenta, la invasión de Bahía de Cochinos, los levantamientos en las montañas del Escambray y la oposición pacífica de hoy.
Sin embargo, hoy la nación cubana, intimidada por seis décadas de gobierno totalitario, parece incapaz de apoyar a una pequeña oposición valiente que continúa luchando pacíficamente con recursos mínimos. Una nación que no se une a las Damas de Blanco que marchan pacíficamente cada domingo, ni respalda a los miembros de la oposición cuando son reprimidos por las fuerzas de seguridad. Es una nación fallida que, carente de virtud cívica, mira hacia otro lado.
Algún día la nación cubana formará un nuevo gobierno para el estado cubano. Sin embargo, el éxito de una república libre depende de las virtudes cívicas de su nación. Mi ilusión para Cuba sigue siendo la de un Estado-nación de tolerancia, amabilidad, respeto, humildad, gratitud, honor, industria, coraje, fidelidad y más. Pero algunos días me parece un espejismo.
El último libro del Dr Azel es “Libertad para Novatos
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