“Un estratega debe pensar en términos de paralización y no de matanzas. Hasta en el plano más inferior de la guerra, un hombre muerto es simplemente un hombre menos, mientras que un hombre desmoralizado es un portador de miedo altamente infeccioso, capaz de esparcir una epidemia de pánico. El verdadero propósito de la estrategia es disminuir las posibilidades de resistencia del oponente. El objetivo de la estrategia deberá ser librar la batalla bajo las circunstancias más ventajosas. Lo perfecto en estrategia será producir una decisión sin llegar a ningún combate serio”

Liddel Hart, estratega e historiador británico, 1928.

A partir del 11 de septiembre una nueva guerra mundial ha dado comienzo y al mismo tiempo, una gran confusión conceptual obnubila entre nosotros la verdadera comprensión del fenómeno que tenemos delante de nuestros ojos. Preguntas tales como: ¿Qué tenemos que ver nosotros con todo esto?, ¿Si estamos tan lejos, para que involucrarnos?, ¡Este problema es de “los otros” y no mío!! ¡La culpa es de ellos!, son una clara demostración de lo afirmado. Estos interrogantes y afirmaciones se formulan diariamente. Años de desinformación, unidos a una patética incultura política dirigencial, no hacen más que acrecentar la “confusión” e “incertidumbre” en que se encuentra nuestra sociedad.

La primera pregunta que deberíamos responder, sería: si hay una guerra, ¿quiénes son sus actores?, ¿quién es el agresor? A nuestro criterio los actores  enfrentados son el Crimen Organizado Transnacional, el Terrorismo (en nuestra región Narcoterrorismo) y el Estado-Nación Secular, como dos categorías o estructuras que luchan para conseguir, mantener o disponer de sectores de poder, a nivel global. Los primeros, desde la legitimidad; los segundos, desde el terror salvaje, desde el retorno al “estado de naturaleza”. El agresor es el “crimen organizado internacional” que ha emergido de modo sorpresivo e imponderable desde las sombras, donde permanecía clandestinamente desde hace siglos, tolerado desde siempre por algunos estados seculares, para enfrentarlos hoy  ferozmente.

Como punto de partida de nuestro análisis, estableceremos claramente los conceptos planteados:

  El “Crimen Organizado Transnacional”, según lo ha definido Interpol, es Cualquier grupo con una estructura corporativa cuyo objetivo primario fuere obtener dinero a través de actividades ilegales y a menudo del miedo y la corrupción de los organismos estatales.” Y yo agrego: “posee la capacidad de guerrear contra el Estado, feudalizar sus Instituciones y lograr la parálisis estratégica del mismo.” De allí su categoría de AMENAZA Y RIESGO ESTRATÉGICOA LA SUPERVIVENCIA ESTATAL,  y no una mera acción de seguridad pública, como lo cualifica nuestra legislación.

El Comité Especial de las Naciones Unidas, reunido para elaborar la “Convención Contra la Delincuencia Organizada Transnacional”, propuso la siguiente definición:

Se entiende por grupo delictivo organizado a un grupo estructurado, existente durante un período de tiempo y que tenga por fin la comisión de un delito transnacional grave, mediante la acción concertada, utilizando la intimidación, la violencia, la corrupción u otros medios para obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material”.

  La Organización de las Naciones el Unidas considera que el crimen organizado transnacional  “destruye las bases mismas del orden democrático y de la seguridad internacional , valores consagrados en la Carta”.

El “crimen organizado global” es un problema que transciende las categorías lógicas de la  guerra fría y que ha intentado hasta el 11 de septiembre, con algún éxito, sustituir u ocupar las instituciones de los Estados débiles, por compra de voluntades,  sin que el ciudadano común advierta tal circunstancia.

   El Estado-Nación ha sido definido por Mancini como : “La sociedad jurídicamente organizada, capaz de imponer la autoridad de la Ley en el interior y de afirmar su personalidad y responsabilidad frente a otros actores externos”.

En el ámbito internacional, el ejemplo más acabado de la confrontación entre el Crimen Organizado y el Estado-Nación, lo tenemos en la ex URSS, donde este tipo de criminalidad se ha impuesto como factor de poder a raíz del colapso y disolución del Imperio totalitario en 1989/91. El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, dijo recientemente:

el Crimen Organizado Transnacional es el problema número uno en este país, agravado por la corrupción, que al mismo tiempo se generaliza”.

Durante la “guerra fría” Occidente tenía la posibilidad de interactuar con el bloque soviético y sus aliados, bajo las reglas internacionales de comunicación, si bien no existía cooperación. Pero con el crimen organizado transnacional ésta posibilidad ha quedado trunca. Las normas tradicionales de la diplomacia y el derecho internacional  no son de aplicación con grupos que no aceptan la negociación y que utilizan las amenazas, la  intimidación y el terror como instrumentos de coacción, al extremo de poner al mundo en el umbral del empleo QBN.

¿Qué tipos de  actividades ilegales desarrolla el Crimen Organizado Transnacional? Podemos citar a manera de ejemplo:

  • Tráfico de drogas
  • Tráfico de armas
  • Tráfico de personas
  • Tráfico de órganos humanos
  • Lavado de dinero
  • Tráfico de tecnología y material nuclear, químico y bacteriológico.

En cuanto a las motivaciones que los orientan, deben distinguirse ambiciones económicas y/o políticas, puesto que, si bien la mayoría de estos grupos delictivos persiguen grandes beneficios económicos, hay algunos que agregan fines políticos; en particular en nuestra Sudamérica.

  Podemos entonces decir que la globalización de la criminalidad organizada acompaña  a  la globalización financiera y económica, a nivel mundial, regional o local y, en nuestra Región, lo hace en alianza con el terrorismo revolucionario remanente de la guerra fría.

    Ya en febrero de 1997, George Tenet, ex Director de la CIA, señaló que:

la principal amenaza para la seguridad de los EEUU en el siglo XXI, es el Crimen Organizado Transnacional”, razón por la que la comunidad de inteligencia de dicho país está, desde entonces, orientada a estudiarlo y combatirlo.  Y distinguía tres factores de gran envergadura como sus componentes:

  1. El tráfico ilegal de tecnología nuclear, armas químicas o bacteriológicas.
  2. El Terrorismo internacional.
  3. El Narcoterrorismo.

    El Secretario General de las Naciones Unidas Boutros-Ghali dijo en 1994, en Nápoles:

el Crimen Organizado Transnacional ataca los valores fundamentales consagrados en la Carta de la Organización y por ello requiero el compromiso de todos los estados parte, en la lucha conjunta y cooperativa”.

También sostuvo que las causas de este mal se identifican  con la nueva permeabilidad de las fronteras, la apertura a de las economías nacionales y la dinámica del comercio internacional.

Durante los diez años de la posguerra fría (1991/2001), las organizaciones criminales transnacionales tendieron a explotar, progresivamente, la difusión mundial de sofisticadas redes financieras, de información y transporte. Las mafias y redes delictivas con bases en América del Norte, Europa Occidental, China, Colombia, Medio Oriente, Japón, Nigeria y Rusia, expandieron la escala y el alcance de sus actividades. Para operaciones determinadas, constituyeron flexibles alianzas entre sí y con elementos violentos locales, remanentes de la posguerra fría. Corrompieron a los líderes de estados inestables, económicamente frágiles, decadentes o corruptos, se infiltraron en bancos y empresas en dificultades y cooperaron con los movimientos revolucionarios, para controlar extensas áreas geográficas, de carácter estratégico. Sus fuentes de ingresos son el narcotráfico, la trata de blancas y de niños, el fraude financiero, el chantaje y diversas formas de contrabando: humano, de materiales tóxicos, desechos peligrosos, armas ilícitas y tecnologías militares convencionales o QBR.

   Si no logramos abarcar, en breve plazo, la naturaleza y estructura conceptual del conflicto mundial actual, no podremos ni siquiera comenzar a analizar el desarrollo de esta guerra en nuestra región. No entenderemos su entidad y en consecuencia reaccionaremos inadecuadamente y fuera de oportunidad, tardíamente.

  El Crimen Organizado Transnacional, que entre nosotros es “narcoterrorismo”, tiene como objetivo la paralización y feudalización de los Estados-Nacionales latinoamericanos, o lo que queda de ellos.

  Y hoy debemos tener muy clara esta situación, dado que la conducción del Imperio actual, el G8 en operaciones, ha resuelto decididamente desarticular al macro-terrorismo, donde quiera que se encuentre, en las sucesivas fases de este conflicto mundial recién iniciado, del cual no somos ajenos y del que debiéramos aprovechar toda circunstancia oportuna para salir de la parálisis que nos aplasta.

¿Cómo hemos reaccionado ante esta lucha entre el Crimen Transnacional y el Estado-Nación, en nuestra Región?. En el espacio sudamericano, el narcotráfico, el narcoterrorismo, el lavado de dinero y la drogadicción, equívocamente han sido puestos bajo el mismo rótulo de análisis como: “el problema de las drogas”. Se los ha abordado desde el punto de vista periférico o táctico, pero no en su estructura conceptual.  No lo hemos focalizado en su esencia. Si bien el denominador común es la droga -lícita o ilícita-, aquellas son cuatro cuestiones igualmente graves, pero sustancialmente distintas.

La droga, desde una perspectiva estratégica, es un viejo arsenal, que prosperó como silencioso “imponderable” ante la inesperada situación que se inició en 1989/91, en varios sentidos:

  • el explosivo aumento del intercambio comercial internacional, con su consecuente menor control aduanero y
  • simultáneamente el grave deterioro institucional de los Estados Nacionales, como consecuencia de la guerra fría.
  • Y ahora, en ésta alarmante e inédita realidad a inicios del siglo XXI,  ya no frente a  una amenaza, sino en el conflicto estratégico estelar de América Latina,

se intentan tardíamente acciones operativas improvisadas, que puedan  aparentar algún nivel de seguridad frente al flagelo, absolutamente incomprendido por las dirigencias políticas.

   Sobre nuestro continente, en progresiva crisis social y económica, el narcoterrorismo se extiende como mancha de aceite sobre el agua, mientras la dirigencia diletante prosigue evadiéndose, con el debate periférico de la cuestión.

   Hace más de 20 años que el Crimen Organizado Transnacional actúa sobre las  generaciones de jóvenes latinoamericanos. Ahora es el eje de la más grave amenaza estratégica que ha enfrentado el Estado Nación y la civilización occidental, desde el siglo XIV.

   Pero todavía persiste entre nosotros una gran confusión que impide una clara compresión de la esencia de una agresión que hemos  tratado de describir, muy sintéticamente.

Mientras esta confusión persista, no habrá claridad conceptual, no habrá previsiones estratégicas ni creatividad en el Estado. No lograremos encontrar un camino para salir de la “parálisis” en que nos encontramos, por negarnos a comprender la realidad que nos rodea. Nuevamente lloraremos sobre la leche derramada y la culpa, nuevamente, será de “los otros”.

Por Dr. Jorge Corrado.

Coordinador del Área de Seguridad y Defensa, Profesor del Máster de Historia Militar y del Máster de Inteligencia del Instituto de Estudios en Seguridad Global de España (iniseg.es). Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires.

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