La confluencia de la covid, la gripe y el virus respiratorio sincitial, sumado a la llegada del frío y al abandono de medidas de protección individual, alientan el auge de constipados e infecciones respiratorias.

No hay más que mirar alrededor, en el trabajo, en la calle o en casa, para encontrar a alguien cercano o conocido con dolor de cabeza, un ataque de tos, enganchado al clínex o rebosante de mocos. Corren buenos tiempos para los catarros y las infecciones respiratorias. Todas las variables que alientan estos incómodos —y, a veces, peligrosos— cuadros respiratorios, se han alineado en una especie de tormenta perfecta: hay más virus circulando y menos protección individual. Ha llegado el frío, que merma la capacidad protectora de las mucosas nasales contra los virus comunes; el uso de mascarillas o la limitación de encuentros sociales se han suavizado, y, además de la covid, que sigue infectando sin descanso, la gripe y el virus respiratorio sincitial, tradicionales del invierno, se han adelantado y ya han asaltado las calles. Según los datos del Instituto de Salud Carlos III, la tasa de infecciones respiratorias agudas en la semana 48 de 2022 (la última de noviembre) fue de 845 casos por 100.000 habitantes; en la misma semana del año pasado era de 417.

Hay más virus circulando, más contagios y más resfriados e infecciones respiratorias. Pero, en la práctica, no está sucediendo nada que no haya pasado antes, matizan los expertos. “Esta temporada invernal de virus se parece más a las que había antes de la pandemia”, explica Toni Trilla, epidemiólogo del Hospital Clínic, aunque puede haber un “sesgo de recuerdo”, admite, que hace que la población haya olvidado lo habituales que eran esos constipados casuales que incordiaban de cuando en cuando. En cualquier caso, el auge de cuadros catarrales es real y la explicación es multifactorial, apunta Pere Domingo, infectólogo del Hospital Sant Pau de Barcelona: “Ha habido un abandono o relajación de las medidas de protección, hay algo de inmunidad evanescente para algunos virus respiratorios y, como ha llegado el frío, nos movemos en ambientes cerrados que facilitan la diseminación”.

La pandemia de la covid desplazó catarros y resfriados comunes hasta convertirlos en anécdota. Desde marzo de 2020, el SARS-CoV-2 monopolizó la calle. Auspiciado por las medidas de protección individual, como el uso intensivo de las mascarillas, la distancia entre personas o las limitaciones de encuentros sociales, que reducían los contagios de covid, apartó de la circulación a los microorganismos tradicionales, como el rinovirus, el de la gripe o el virus respiratorio sincitial (VRS), que provoca las bronquiolitis en los niños pequeños. El Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) admitía, en un informe de mayo de 2021, que la actividad gripal se había mantenido “excepcionalmente baja” desde la explosión de la pandemia y, en otro análisis, apuntaba que en la temporada 2020-2021, se había detectado “una circulación bajísima” de VRS.

El invierno pasado, los virus tradicionales comenzaron a retornar, pero a destiempo, con idas y venidas, y comportamientos inusuales. Hubo dos epidemias de gripe: una más temprana de lo habitual (entre noviembre y diciembre), que se frenó en seco con el auge de la sexta ola de la covid —en diciembre explosionó la variante ómicron—; y otro episodio infeccioso, menos intenso y más prolongado en el tiempo, que surgió tras el fin de la sexta ola en la primavera de 2022. El VRS también hizo acto de presencia antes de fin de año.

La particularidad de esta temporada es la vuelta de muchos virus respiratorios apartados por la pandemia y la confluencia en el tiempo de los tres grandes microorganismos: el SARS-CoV-2, el virus respiratorio sincitial y la gripe. Estos dos últimos, además, han llegado antes de lo habitual. Según los datos del ISCIII, en la semana 48 de 2022 —del 28 de noviembre al 4 de diciembre, último período del que tienen cifras— la tasa de VRS en atención primaria se situaba en 131 casos por 100.000 habitantes y la de gripe, en 161 y subiendo. La tasa de covid se instalaba en torno a los 108 casos por 100.000 habitantes.

El VRS, que solía tener su pico en diciembre, en torno a las Navidades, ya lleva semanas congestionando los servicios de pediatría de atención primaria y de los hospitales, que incluso han tenido que ampliar camas para atender los casos más graves. La gripe, por su parte, también ha llegado antes de tiempo y según el Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC), esta temporada es la más temprana de los últimos cuatro años: Europa lleva ya tres semanas por encima del umbral epidémico (más del 10% de las pruebas que se hacen son positivas).

“Actualmente, la región [europea] está experimentando una circulación cada vez mayor de gripe y VRS. Junto con la covid, se espera que estos virus tengan un alto impacto en nuestros servicios de salud y poblaciones este invierno”, admitió el ECDC en un comunicado a principios de diciembre. El organismo europeo advirtió de que las hospitalizaciones por gripe llevan al alza desde octubre y la mitad de los ingresos corresponden a personas de más de 55 años.

La amenaza de un aumento de la presión asistencial y el riesgo de saturación de algunos centros sanitarios está presente. Más por el número global de casos que por la severidad, que no parece, a juicio de los expertos consultados, más elevada que en otras temporadas. Trilla añade, además, que “es muy difícil” tener tres epidemias a la vez: “Hoy domina la gripe; antes fue el VRS”, ejemplifica. Domingo coincide en que es poco probable que confluyan también en una misma persona, aunque hay casos de coinfección documentados. “Es difícil que los tres virus coincidan en una persona cuando tienen el mismo nicho ecológico: la vía respiratoria superior. Si sucede, es excepcional porque un virus compite con otro”, sostiene.

 

 

 

Fuente: El Pais

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