Un anciano enfermo que se desmorona emocionalmente a la mitad de una rueda de prensa en la Casa Blanca, es el nuevo símbolo del poder que exhibe Estados Unidos de Norteamérica frente al mundo.

Su dupleta, una señora que defiende el uso legal de las drogas. Que es obsesiva por cualquier suerte de individuo con alguna disfunción sexual. Y que le gusta viajar al Sur del Continente para amenazar a los aspirantes a inmigrantes ilegales, con duros castigos si se les ocurre echarse a andar hacia su país.

Esa es buena parte de la América de septiembre de 2021. En el mismo saco, Venezuela, Cuba, Oriente Medio y Afganistán muy pronto dejarán de ser “asuntos” de importancia. Si acaso, la desbordada inflación doméstica, la paralización de la producción de bienes duros y el tema del desempleo será lo único que llegará a ser atendido con algún interés real por la administración Biden/Harris.

Muy simple: Norteamérica, a pasos de gigante, está rápidamente dejando de ser una superpotencia con hegemonía mundial, para convertirse solo en un gran país fuertemente armado.

Si Venezuela se mira en medio de todo este “asunto”, nos toca comprender que somos algo más que el millón y tantos de inmigrantes que viven regados en Estados Unidos.

El drama, por tanto, de la Venezuela buena, consiste en aceptar que, con el debilitamiento de Estados Unidos nuestra suerte está siendo arrastrada hacia el rincón más sórdido, despiadado y malvado del mundo de después de la pandemia.

Venezuela tiene que repensarse a sí misma, sin el apoyo de la América Buena. Porque en las manos de los chinos, los iraníes y los cubanos nuestro futuro es otra cosa. Total, la leche ha sido derramada. Finalmente, el día de lo feo llegó. Tuvimos una última oportunidad con Donald Trump, y no se dio. ¿AHORA QUÉ?

Alejandro Ramírez Saavedra
CEO
NOTIEXPRESSCOLOR . COM

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