Para nadie es un secreto que las razones para protestar en Venezuela son 25 millones, al menos una por cada habitante de los que quedamos en este país. Cada venezolano tiene, al menos, una demanda insatisfecha por el régimen de Nicolás Maduro, cuyas deudas hacia el colectivo ascienden a infinito.

¿Qué ha cambiado en la última semana para que las protestas vuelvan a explotar en todo el país?

Al menos cinco factores explican lo que está pasando en Venezuela desde el domingo pasado, que ha ido incrementándose a lo largo de estos siete días y que las manifestaciones sean hoy el principal tema de la opinión pública venezolana.

Una opinión pública que ha reivindicado nuevamente el derecho a la manifestación pacífica, y que ha encontrado el nivel represivo de costumbre en las fuerzas del orden.

Un régimen que tiene temor de su propia sombra por la inmensa -y precitada- cuenta pendiente que tiene con su población, y que además está dispuesto a llevar a cualquier límite la ficción discursiva que ya ni siquiera lo defiende, peo aún lo justifica.

Veamos cuáles son los cinco factores que han llevado a que en el último mes las protestas se hayan incrementado incluso en medio de la pandemia.

El agravamiento de la crisis

Todos los indicadores objetivos del país se han agravado con la pandemia del covid-19 o con cosas que de todas maneras iban a pasar, como el colapso de la producción de gasolina.

Está claro que la falta de combustible se suma a otros déficits, pero viene a inviabilizar por completo al régimen y al país y a elevar las razones para protestar en Venezuela.

Las protestas de esta semana han tenido, casi invariablemente, como detonante, la escasez de gasolina.

Luego se les han ido sumando todos los restantes agravios y han terminado convirtiéndose en protestas «multipropósito», como afirma Marco Ponce, del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social.

El desgaste

Pero además, 2020 marca el año del colapso absoluto del modelo chavista, y el agotamiento de las últimas reservas de paciencia que le quedaban al país. Pedernales, en Delta Amacuro, por ejemplo, lleva dos años (¡dos años!), sin luz eléctrica.

Los poblados medianos y pequeños, poco más que pueblos, entre 20 y 50 mil habitantes, donde han estallado las protestas, han llevado una carga de la crisis que es mucho más dura que la de las grandes ciudades, tienen muchas más razones para protestar.

Si por ejemplo, el ciudadano de San Cristóbal puede quejarse, con razón, de cómo el caraqueño es un privilegiado con respecto a él, lo mismo puede pensar el de Pedernales en relación con el de Maturín, por ejemplo.

El «efecto contagio»

Está muy claro que a las razones para protestar de esta última semana se suma un tercer factor: el contagio.

Si el pueblo de al lado, con legítimo derecho, protesta, por qué no lo vamos a hacer nosotros.

Así ha pasado en el estado Yaracuy, por ejemplo, y ha continuado hacia pueblos cercanos en Lara, como esta mañana en Carora, o Aroa, en los límites entre Carabobo y Falcón.

Por cierto, este eje, en 2006, fue probablemente el lugar de Venezuela donde Hugo Chávez tuvo mayores porcentajes de votación, cercanos al 80%.

El «awareness»

Las protestas en Venezuela no empezaron, por supuesto, esta semana. En lo que va de 2020 van más de 5 mil protestas, lo cual, proyectado a diciembre, hace que se vaya a destrozar el récord de 6.112 protestas el año pasado.

Eso no es poca cosa tomando en cuenta de que este año hay mucha menos gente en la calle como efecto de la pandemia, pero en todo caso, lo que hay que decir es que las protestas no son un fenómeno nuevo.

¿Qué ha cambiado? Que en la última semana ha crecido la conciencia de que esas protestas existen, sumadas a todos los factores anteriores, que han causado la eclosión de las protestas.

La cercanía del proceso electoral

Ya hace unos meses, la oposición intenta reencontrarse con la calle.

De hecho, la pandemia hizo que toda una agenda de protestas que se iniciaba en marzo se viera abruptamente abortada.

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Pero en estos meses, los gremios y la oposición han retomado su agenda conjunta, y por lo tanto, buena parte de las protestas de esta semana tienen también contenido social (de allí lo de «multipropósitos»).

Está muy claro que en tanto el chavismo continúe con una agenda electoral en la que 70% de la población no se siente convocada (esa es la estimación más conservadora de los que no piensan votar: la más extrema es de 84%) la conflictividad crecerá.

Con casi todo en contra, hay que decirlo, los grandes partidos de la oposición han creado tejido en todo el país. Y ese tejido también convoca, también promueve protestas.

En tanto, el régimen, que no es mocho, ya ha mandado a activar las «zonas de defensa integral».

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Ya ha prometido que «protegerá la paz». Y sigue tercamente en su proceso de negación de cualquier realidad, de construcción de una realidad basada en «hechos alternativos» que no tiene nada que ver con lo que se palpa en la calle.

La exacerbación hasta lo insostenible de las contradicciones vuelve a asomarse en las protestas de estos días.

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