La Policía española ha acabado con el imperio de Jhon Javier Betancour, alias Milagros, considerado el Pablo Escobar de Don Matías, una localidad de Colombia desde donde captaba a jóvenes para traerlos a Madrid y trabajar en el mayor servicio de telecoca (distribución de droga a domicilio) de la ciudad.
En una de las más relevantes operaciones policiales de este año, llamada «Río Grande», los agentes han conseguido detener a los 39 integrantes de una organización que era la encargada de suministrar más de la mitad de la cocaína que se distribuye en la capital de España.
Los investigadores calculan que durante los dos años en los que duraron las pesquisas, que siguen abiertas, esta organización pudo tener unos beneficios de entre 45 y 50 millones de euros (entre 55 y 60 millones de dólares).
La Policía culminó la operación el pasado 28 de abril con las detenciones y 12 registros, en los que localizaron más de dos kilos de cocaína, más de 100.000 euros (121.000 dólares) en efectivo, abundante documentación, unos 50 terminales telefónicos, nueve vehículos y numerosas joyas y efectos de valor.
Dos días después, los arrestados pasaron a disposición judicial y el magistrado decretó el ingreso en prisión de 11 de ellos, entre ellos el líder, Milagros.
Se trata de un colombiano de 52 años, que llegó en España hace 15 años, pero rápidamente fue condenado a 10 años de prisión por traficar con drogas. Al quedar en libertad, diseñó una red con una estructura seudoempresarial mediante un complejo entramado de reparto de droga a domicilio.
ENTRE PABLO ESCOBAR Y LOS CORLEONE
Para ello contaba con 20 viviendas en Madrid, unos 200 repartidores y alrededor de 10.000 clientes.
Los trabajadores de esta «empresa» eran traídos desde Don Matías, la ciudad colombiana donde Milagros era considerado una mezcla de Pablo Escobar, el famoso narcotraficante colombiano, y los Corleone -la familia mafiosa de la película «El Padrino»- y donde, además, despertaba cariño entre la población.
Allí adquirió una extensa finca, a la que llamó «Torino», según indicaron a Efe fuentes de la investigación. Una propiedad a la que iba a añadir terrenos que había adquirido recientemente. Su vida en Madrid, sin embargo, era menos ostentosa para no llamar la atención.
«Tenía una gran paranoia por la prudencia», explica Tomás Santamaría, responsable del Grupo VI de la Brigada española de Extranjería y Documentación, quien ha estado dos años detrás de los pasos de Milagros.
«LA ESPAÑOLA», UN BAR PARA CAPTAR A JÓVENES SIN RECURSOS
El líder de la organización captaba principalmente a jóvenes en situación económica precaria y sin trabajo ni perspectivas de futuro, con la falsa promesa de obtener un buen empleo en España. Lo hacía en un bar llamado «La Española».
Para ello, les costeaban los gastos de viaje, de alojamiento y de manutención iniciales, además de proporcionarles una línea telefónica y un terminal celular.
Una vez que se encontraban plenamente instalados en Madrid, los responsables de la organización les informaban de que debían abonar todos los gastos y los amenazaban con que, de no hacerlo, los familiares que habían quedado en América sufrirían daños graves.
100 VÍCTIMAS DE TRATA
Esta deuda era imposible de saldar, porque con el tiempo iba aumentando. Los investigadores calculan que hay unas 100 víctimas de esta red, pero no todas lo han denunciado por miedo.
Incluso los miembros de la organización les hacían casarse de forma fraudulenta entre ellos para poder quedarse España. Estas uniones están siendo investigadas por la Policía.
Aquí estos jóvenes trabajaban dentro de la estructura seudoempresarial que habían creado; consistía en un complejo entramado de reparto de droga a domicilio que tenía varias sedes distribuidas por la capital a modo de oficinas.
Disponían de centro de llamadas, en los que se recibían los encargos de estupefacientes y se cursaban las órdenes de los pedidos.
Estas oficinas estaban ubicadas estratégicamente por toda la ciudad, según zonas de demanda, para ofrecer unos tiempos de respuesta adaptados a los consumidores.
La banda estaba compuesta por los químicos, encargados de cortar y preparar las dosis; las oficinas, o viviendas a cargo de un miembro de la organización donde se gestionaban los cobros y donde se encontraban los centros de atención al cliente; los gestores, responsables de los alquileres de las oficinas, trámites administrativos y llevar a cabo matrimonios concertados; y los «peladitos», repartidores de la droga.