La decisión de salir a la cancha en pantalón corto en lugar del obligatorio pero, a sus ojos, degradante pantaloncillo de bikini se venía gestando desde hacía tiempo. La cuestión era si estaban dispuestas a arriesgarse a una multa o algo peor por infringir las normas.
Y finalmente, antes de su partido por la medalla de bronce contra España en los campeonatos europeos a principios de este mes, el equipo femenino noruego de balonmano de playa se lanzó.
«Teníamos miedo de que nos expulsaran del torneo», cuenta la portera del equipo, Tonje Lerstad, a DW. «Pero en el último partido ya estábamos dispuestas a pagar una multa si nos la ponían. Así que dijimos: `No nos pueden expulsar ahora. ¿Qué es lo peor que puede pasar?`».
Lo que acabó ocurriendo fue, en palabras de Lerstad, «una locura». La difícil situación del equipo obtuvo la atención de todo el mundo -la cantante estadounidense Pink se ofreció a pagar la multa resultante- y ha despertado un nuevo interés en las normas de vestimenta de las atletas.
«Espero que sea una tendencia que hemos iniciado», dice Lerstad. «Antes las mujeres se limitaban a pensar: ‘es lo que hay’. Pero ahora estamos tomando el control sobre la ropa. Es genial».
Las mujeres que practican diversos llevan mucho tiempo quejándose de lo que consideran el carácter sexista de las normas y el doble rasero en comparación con sus homólogos masculinos. Ahora, gracias a los Juegos Olímpicos de Tokio, la cuestión está saliendo a la palestra.
Mary Harvey, directora general del Centro para el Deporte y los Derechos Humanos, afirma que las mujeres a menudo se ven obligadas a anteponer su aspecto físico a lo que les resulta cómodo llevar para satisfacer a sus patrocinadores y a quienes dirigen sus respectivos deportes. Y eso va siempre en contra de sus intereses.
Diferentes reglas para diferentes deportes
El caso del balonmano de playa no es el único que en los últimos meses ha arrojado luz sobre lo que se espera que lleven las mujeres cuando compiten. En Tokio, las gimnastas alemanas se han posicionado en contra de la sexualización de su deporte al presentarse con un traje de cuerpo entero que usaron por primera vez en competición en abril.
En aquel entonces, una de las gimnastas, Elisabeth Seitz, dijo a DW que quería que todas las atletas tuvieran «la oportunidad de decidir por sí mismas lo que quieren llevar».
Sin embargo, las barreras para conseguirlo varían de un deporte a otro. La gimnasia permite el uso de trajes de cuerpo entero, solo que la mayoría ha preferido, sobre todo por costumbre, seguir con los tradicionales leotardos. Para el balonmano de playa, sin embargo, las cosas son más restrictivas, ya que el reglamento establece que las jugadoras deben llevar bikinis «con un ajuste ceñido y cortados en ángulo ascendente hacia la parte superior de la pierna».
A raíz de la protesta del equipo noruego, es probable que la Federación Internacional de Balonmano, que establece las normas de este deporte, tenga que cambiar su código de vestimenta. «No se me ocurre otro escenario», comenta Lerstad.
Resulta revelador que nadie, ni siquiera la propia federación, parece estar del todo seguro de por qué siguen existiendo estas normas de vestimenta. En algunos casos, dice la historiadora del deporte Johanna Mellis, las normas son necesarias para garantizar que el deporte sea justo y seguro. Pero en otros, dice, se trata de controlar el aspecto de las mujeres y cómo se las percibe.
Después de todo, ¿quién puede olvidar cómo Sepp Blatter, el ex presidente del organismo rector del fútbol mundial, la FIFA, sugirió una vez que las jugadoras deberían llevar «pantallacillos cortos y ajustados» para aumentar la popularidad del fútbol femenino? La idea no llegó a ninguna parte, pero la implicación era clara.
Diversidad en la toma de decisiones
Para abordar el problema, tanto Mellis como Harvey coinciden en que los organismos deportivos necesitan más mujeres y más diversidad en sus procesos de toma de decisiones.
«La voz del deportista es fundamental para todo esto», dice Harvey. «Tiene que ser integral, no se puede hablar con un solo atleta. Hay que hablar con los atletas, especialmente con las mujeres, de todo el mundo. Hay que tener en cuenta las consideraciones de las sociedades más conservadoras. Porque podrías excluir a gente sin darte cuenta.
«Las mujeres pueden influir en una decisión, pero no toman decisiones. Cuanta más diversidad se introduzca en la toma de decisiones, mejores serán éstas. Si tienes a 10 hombres suizos tomando decisiones sobre lo que pueden o no pueden llevar las mujeres, ese no es el camino que queremos».
Para la jugadora noruega de balonmano de playa Lerstad, no hay mejor momento para un replanteamiento.
«Hemos demostrado que cuando lo hicimos, recibimos mucho apoyo», dijo. «Cualquier otro equipo o atleta recibirá el mismo apoyo. Ahora que hemos sacado este tema a la luz, hay mucho interés en él. Realmente es el momento de hacer un cambio».
Alejandro Ramírez Saavedra
CEO
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