Francisco Palacios esperó durante horas con su esposa y su hija de 3 años en un cruce fronterizo entre Tijuana y San Diego el miércoles temprano para después irse a un hotel cercano para dormir una siesta de tres horas. Regresaron, con las maletas hechas, sólo para volver a decepcionarse.
Sin embargo, la familia oriunda de la ciudad mexicana de Morelia está dispuesta a esperar a que la Corte Suprema de Estados Unidos emita una decisión sobre si retirará las restricciones implementadas a causa de la pandemia de COVID-19 que han evitado que muchos migrantes soliciten asilo, y anuncie la fecha en la que lo haría, señaló Palacios.
Su familia llegó a Tijuana hace dos semanas para huir de la violencia y de las pandillas que los extorsionaron durante años por una parte de sus ingresos obtenidos por la venta de fruta en la calle.
Se encuentran entre los miles de migrantes reunidos a lo largo del lado mexicano de la frontera, acampando al aire libre o refugiándose en albergues mientras el clima se hace más frío.
Las restricciones a los cruces fronterizos iban a expirar el miércoles, pero una coalición de estados de tendencia conservadora pretende que el máximo tribunal estadounidense las mantenga en vigor. El gobierno del presidente Joe Biden pidió a la Corte Suprema que ponga fin a las restricciones, pero no antes de Navidad. No está claro cuándo tomará una decisión la corte.
La Guardia Nacional de Texas tomó posiciones en El Paso, mientras que voluntarios y agentes de policía temían que algunos migrantes sucumbieran al frío. La temperatura en la noche ha rondado los 0 grados Celsius (30 grados Fahrenheit) y en los próximos días descenderá aún más. La diócesis católica de El Paso, donde se pronostica que la temperatura en la noche alcance los 5 °C bajo cero (20 °F) esta semana, tiene previsto abrir otros dos refugios para hasta 1.000 personas en iglesias de la zona.
Jhorman Morey, un venezolano de 38 años que trabajaba como mecánico, se calentaba las manos en una fogata junto con media decena de migrantes en el lado sur del río Grande (Bravo). Señaló que estaba esperando una decisión en torno a las restricciones para ver si intentaba cruzar hacia Estados Unidos.
El venezolano llegó hace seis semanas a Ciudad Juárez, México, que es limítrofe con El Paso. Ahora apenas come tras acabarse sus ahorros.
Cientos de migrantes seguían formados en Ciudad Juárez. Otros duermen en las riberas del río Bravo. Un refugio cercano alcanzó su capacidad máxima el martes por la noche, dejando a muchos afuera.
Mientras las multitudes se reunían en las orillas del río Bravo, una mujer comenzó el trabajo de parto y fue asistida por agentes de la Patrulla Fronteriza, indicó la sargento primero Suzanne Ringle. Añadió que había muchos niños entre la multitud.
En Tijuana, donde se estimaba que 5.000 migrantes se alojaban en más de 30 refugios y muchos más alquilaban cuartos y apartamentos, la frontera estaba tranquila el martes por la noche, cuando circularon las noticias entre los aspirantes a solicitar asilo de que nada había cambiado. Varios muros de casi 10 metros (30 pies) de altura colocados a lo largo de la frontera con San Diego convertían la zona en un desafío para los cruces ilegales.
Fuente: LA Times