El 15 de marzo, Donald Trump y Nayib Bukele convirtieron 238 historias diferentes en una sola. Un día antes, Luis Carlos José Marcano Silva, de 26 años, llamó a su madre desde un centro de detención para migrantes en Texas (Estados Unidos). Adelys Del Valle Silva estaba de cumpleaños en la Isla de Margarita, en Venezuela, y se alegró de oír la voz de su hijo, pero notó algo raro. Unas horas más tarde, entró otra llamada. Su hijo estaba llorando. No quería arruinarle la celebración a su mamá, pero tenía que contarle que lo iban a deportar a Venezuela al día siguiente. No entendía, si él no había hecho nada malo en el casi año y medio que llevaba viviendo con permiso temporal en Estados Unidos tras cruzar la frontera y haber solicitado asilo, decía entre llantos. Si lo expulsaban del país, pensaba, allí se quedarían solas su esposa y sus dos hijas, de ocho y tres años, que habían llegado con él. Adelys trató de consolar a su hijo. Encontrarían una solución para estar juntos una vez estuviera de nuevo en su casa, prometió. Pero Luis Carlos nunca volvió. Fue expulsado de Estados Unidos a El Salvador e internado en una infame cárcel de máxima seguridad. Su madre y su esposa no han vuelto a saber nada de él.